Hace 20 años y buscando verdaderos tesoros
literarios, en lo más profundo de una librería de viejo, me topé con un libro
de tapas escarlatas, lomo grueso y páginas amarillas. Se trataba de una
antología de cuentos clásicos en lengua inglesa, nombres como los de Wells,
Stevenson, Conan Doyle, Wilde, James y otros me deslumbraron y me proveyeron de
una magnífica lectura que hasta hoy evoco con agradecimiento. Algún tiempo
después aquel libro me fue robado (junto a muchos otros) y en los años
siguientes guardé el recuerdo de un cuento en especial cuyo autor y título no
atinaba a ubicar*, no obstante guardaba el fiel recuerdo de uno de los relatos
más destacados. Se trataba de un personaje que recorriendo las calles
recónditas y aún desconocidas de su ciudad, se había topado con una puerta
ignorada que, al abrirla, le había permitido penetrar en un mundo diferente y
maravilloso con un enorme jardín de criaturas mágicas. Lamentablemente cuando
tiempo después deseó volver a penetrar por la misma puerta, no pudo ubicarla
otra vez. Quedó en el desconsuelo de saber de la existencia de ese mundo de
fantasía en contraposición al mundo real y cotidiano.
Pero ¿qué pueden significar las “puertas” en el
momento de la invención y creación de un relato? ¿Qué simboliza para el
escritor y su mundo?
Según afirman algunos psicólogos, la escritura
creativa manifiesta, muchas veces, una válvula de escape del mundo real al
ficticio; una catarsis cuyo simbolismo y significado puede desglosarse de
acuerdo a cada escritor. Algo similar ocurre con los sueños, cuyos contextos
simbólicos pueden ayudar a conocernos mejor. Por ejemplo, se dice que “la
puerta, similar a un puente, es un lugar de paso; dónde se manifiesta la
disyuntiva de saber si la cruzaremos o no. Por ello los sueños de puertas
suelen ocurrir cuando nos hallamos en situaciones críticas o en vísperas de un
cambio. Una puerta abierta es una invitación a franquearla, en la concepción
religiosa, una luz en las tinieblas (la puerta al Paraíso). Si la puerta está
cerrada y no se abre cuando llamamos es que todavía no ha llegado el momento de
la solución definitiva”.
Dos, tres o más puertas, tanto en nuestro mundo
onírico como en el real, puede significar la posibilidad de elección de
múltiples destinos, lo cual es similar a las variadas decisiones que tomamos en
el día a día. Así mismo una puerta puede ser vista sólo como entrada o sólo
como salida, o ambas cosas a la vez. Por otro lado, una puerta tapeada, clavada,
etc., denota el temor y el miedo a lo que encierra u oculta detrás de sí, lo
malsano y perverso. ¿Quién en su sano juicio prohibiría o impediría la entrada
a un lugar seguro?
De la literatura a los medios visuales y viceversa,
hemos asistido a la función de ser testigos de cómo algunas puertas pueden
conducirnos a mundos paralelos, dimensiones aún desconocidas y en fin a lugares
que salvo un alto grado de espíritu de aventura, es mejor ignorar en
salvaguarda de la salud física y mental de la que parecieran carecer, algunas
veces, los personajes de nuestras propias ficciones.
En la literatura policial y de suspenso, las puertas
cerradas ocultan el crimen cometido, manifiestan además el inicio del problema
o rompecabezas a resolver, y de cómo el asesino –que huyó- perpetró su crimen
en un contexto sin aparente explicación, en especial si la única puerta/salida
estaba cerrada por dentro. Caso similar al criminal que se evade de la escena,
sin hacer uso aparente de la puerta, ocurre con el género de horror
sobrenatural cuando estas son traspasadas por fantasmas sin ningún
remordimiento, sino leamos el famoso cuento de Ireland, Final para un cuento
fantástico:
-¡Que extraño! -dijo la muchacha avanzando
cautelosamente-. ¡Qué puerta más pesada!
La tocó, al hablar, y se cerró de pronto, con un
golpe.
-¡Dios mío! -dijo el hombre-. Me parece que no tiene
picaporte del lado de adentro. ¡Cómo, nos han encerrado a los dos!
-A los dos no. A uno solo -dijo la muchacha.
Pasó a través de la puerta y desapareció.
Para el escritor de ficciones, una puerta es una
disyuntiva real a lo que sucederá después en su relato. Se parece al momento
del inicio y de la página en blanco, pues de alguna forma, la presencia de la
puerta, es como un nuevo inicio, un reto a una propuesta de idea y resolución
que deberá ser diferente a las ya explotadas en la literatura, si uno no desea caer en la falta de
originalidad.
El escritor Julio Cortázar nos decía: "…hay una
hora en la que se anhela ser uno mismo y lo inesperado, uno mismo y el momento
en que la puerta que antes y después da al zaguán se entorna lentamente para
dejarnos ver el prado donde relincha el unicornio…"
Sobre Cortázar y, en especial, de uno de sus cuentos
más famosos, Casa Tomada, podemos afirmar que producto de un sueño/pesadilla,
el autor nos regaló una narración simbólica dónde las puertas son el escudo y
refugio ante el avance ignominioso –al interior de la casa- de una entidad
innombrable. Y cuando decimos escudo –sinónimo de protección- no podemos olvidar
que escuchar –pegando el oído- o ver por el ojo de la cerradura de una puerta,
es una forma de acceder al conocimiento de lo que ocurre, del otro lado, sin
ser detectados o descubiertos.
Por su parte el escritor Tomás Bayley Aldrich
escribe el cuento más breve de la ciencia ficción y que dice: “Una mujer está
sentada sola en casa. Sabe que no hay nadie más en el mundo: todos los otros
seres han muerto. Golpean a la puerta.”
Sin duda se trata de un magnifico relato corto que
invita a la continuación literaria y su consiguiente pastiche.
Por último, alguna vez escribimos en uno de nuestros
libros lo siguiente:
“Las tapas de los libros siempre me asemejaron
puertas cerradas; y uno sabe cuánta curiosidad puede generar una puerta que nos
oculta el misterio que hay del otro lado”.
Quizás, sin haber reparado en ello, los lectores y
escritores lidiamos constantemente con esas puertas cerradas que nos ofrece la
literatura y que demostraría que el gusto por la lectura –oral- es un recuerdo,
atávico, de la cueva primitiva que, sin puertas, o viéndolo de otro modo, con
la puerta abierta, nos sigue invitando a develar lo que hay más allá de los
límites permitidos detrás del horizonte.
FIN
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